—No tiene frenos. —Me dijo y me la entregó. —Fresco. —Respondí y me monté en su monareta gris. A quién le importan los frenos a los diez años de edad, y menos si sabe frenar bajando los pies de la bici y gastando suela contra el pavimento. Pero ese día, la...
El rítmico sonido de unos tacones activó mi radar hormonal; yo tenía apenas 17 años. Aquel sonido pasó detrás de mí. No la había visto aún, pero mi vida ya estaba conectada a la de ella por eso que llaman el hilo rojo del amor; ese que tarde o temprano une los caminos...