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—¿Crees que pueda saltar hasta el otro lado? —Me dijo mientras retrocedía en su caballo de pelaje blanco. Frente a él, el recodo de un río de algunos metros de ancho que bajaba turbio después del aguacero; era un atardecer típico de las montañas de Caldas.

Yo había cruzado por un puente, y lo esperaba al otro lado, pero a él siempre le gustó la acción, y quería saltar.

—No sé —respondí alejándome un poco. Tenía miedo de verlo caer al río, pero en mi interior ardía un deseo inmenso de ver a mi papá volando en su caballo por encima del agua.

Tomó las riendas con esa confianza que solo se ve en los ojos de aquellos que saben hacer las cosas. A mis ocho años, me pareció ver hombre y bestia fusionándose. Retrocedieron un poco, y un poco más. Es hermoso ver un táparo retroceder, porque no mira hacia atrás… solo confía en quien lo monta.

Se detuvo a unos siete metros de la orilla del río, aseguró sus pies en los estribos y me regaló una sonrisa; una de esas sonrisas de padre con las que espantan nuestros temores.

Un grito del amo, unas riendas sueltas, el bravío respirar de un caballo que corre sin temor, un hombre que quiere inspirar a su hijo.

¿Crees que pueda saltar hasta el otro lado? Esa pregunta está tan vigente en mí como el recuerdo de su camisa blanca y su bigote espeso; como el sonido del río y el olor a tierra húmeda después de los aguaceros. Y es que, años después, muchas personas me la siguen haciendo.

¿Crees que pueda salir adelante con esta idea? ¿Qué te parece este proyecto? ¿Crees que pueda hacerlo? La pregunta es diferente, pero el contexto es idéntico. Una persona que quiere saltar al otro lado en su economía, en su formación académica, ir más allá en su relación… ¿Acaso no es lo mismo? Dar un salto… volar.

¿En quién debe creer el jinete? En su caballo, claro está; pero de nada le sirve si primero no cree en sí mismo.

Mira, si Dios puso un deseo en tu corazón, tienes que saber que lo que necesitas para alcanzarlo ya está dentro de ti, (no en otras personas con más estudio o de mejores familias, o con más dinero….no) ya están dentro de ti. Porque, si fue Dios quien puso esa meta en tu interior, él también puso los dones y talentos que necesitas para alcanzarlos.

La fuerza, el brío y la berraquera (Escrita con “b”, como se escribe en Colombia) para alcanzarlo ya están dentro de ti. Pero es fundamental que con toda sinceridad llegues a creerlo. Eso marcará una gran diferencia en tu existencia. Ahh, eso sí… nadie va a dar el salto por nosotros.

¿Y entonces solo hay que dar el salto y listo? Ni en broma. Seguirá un camino de perseverancia y acciones consistentes diarias. Pero eso es otra historia. Primero hay que saltar.

Papá y su caballo, con un gran impulso dieron el gran salto: El hombre aferrado a su caballo con el pecho henchido de fuerza y de campo, el caballo con las patas extendidas como flecha que corta el aire, el río debajo queriendo tocarlos, el aire húmedo, el sonido del agua alejándose, ¡Qué salto!

Pasaron al otro lado sobrados, y con la inmortal sonrisa que aún hoy sigue ahuyentando mis miedos, me extendió su mano y me subió al caballo… Cree en ti mismo diría mi viejo.

Cree en ti mismo, ¡Da el salto!

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